domingo, 20 de julio de 2014

DÔME DE NEIGE ( 4.015 m ) / 2ª parte

 
En la noche ( 03:30 h ) todas las cordadas, iluminadas solo por los frontales, daban un aspecto mágico, casi fantasmal, envueltas en un silencio ensordecedor, solo roto por el sonido de las botas entrando en la nieve de una forma acompasada, orquestal.
 
 
 

Llegamos a la base de la montaña, las cordadas que nos preceden están atacando la primera pala.

 
 
Poco a poco el sol se va abriendo paso, y mientras ascendemos nos damos cuenta, de lo pequeños y frágiles que somos, que formamos parte de un todo en un equilibrio muy precario, es en este momento, siendo consciente de ello, cuando te sientes libre, humano, etéreo.
 
 
 
 
Cordadas rodeando uno de los varios seracs que hay que salvar durante la ascensión.




Cuidadín ...



Eugenio preparado para atacar la última pala, detrás un espectáculo natural extraordinario.



El Glacier Blanc, "Mar Blanco", en todo su esplendor.



Ya visionamos la cima, la tenemos a tiro ..., un último esfuerzo.



Hemos superado la última pala, ahora toca una travesía horizontal.



Aproximadamente a unos 100 m de la cima hay que salvar una rimaya, es un momento de gran concentración y tensión.



Eugenio en plena "faena"...

 
 
Después de superar grietas, seracs y rimayas, llegamos a la cumbre de nuestro objetivo. Estamos exultantes, contentos y dando gracias a los "dioses" de las montañas que esta vez han sido benévolos y nos han dejado entrar en su
morada. El descenso lo realizamos satisfechos, pero sin perder la concentración.



Foto cimera Dôme de Neige ( 4.015 m )



Dedicando la cumbre a mi hijo YAGO.

 
 
Impresionantes vistas de la Barre des Écrins y el Pic de Lory
 
 
 
Ya en el glaciar, de regreso, miro hacia atrás, respiro hondo y continuo andando con una sonrisa pensando en el buen trabajo realizado.
 




Muchas personas me preguntan el sentido de asumir riesgos. Pues bien, debo decir que desde siempre ha sido condición inherente del ser humano alcanzar metas y anhelos que escapan de lo cotidiano. Es en el camino y en la lucha por alcanzar esas cumbres cuando lo más intangible de nosotros mismos se hace perceptible, visible a los ojos. Los sentimientos y las emociones quedan completamente al desnudo y descubrimos el sentido y los valores reales de esta vida, sentimientos que llevados al límite nos abren las puertas de lo que somos y nuestro camino en la vida. La montaña te atrapa pero a cambio te brinda el tesoro más precioso: vivir en libertad. Con cada paso que asciendes dejas atrás las banalidades de este mundo tan material ...


Quiero agradecer a Eugenio Conejo y a María Quesada su compañía durante esta aventura, sin ellos no hubiese sido posible.


Carlos Minerba,
Salud y Montaña.

1 comentario:

  1. Felicidades por vuestra conquista, buenas fotos y buena crónica...Non stop.

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